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MEGALODÓN 2 vuelve a inundar las salas de cine

La segunda parte de este blockbuster de acción subacuática llega a las salas de cine con dos horas de acción sin parar y tiburones jurásicos.

En “Megalodón 2, el gran abismo”, Jason Statham vuelve como el buceador todoterreno Jonas Taylor, domador de los gigantescos tiburones jurásicos mejor conocidos como “megalodones”, en una secuela de esta saga, dirigida en esta ocasión por Ben Wheatley (Free Fire, 2016; Kill list, 2011).

La historia continúa los descubrimientos de la primera entrega, y sumerge de nuevo a un equipo de exploración bajo la “termoclina” lo que protege un segundo fondo del mar, donde habitan aún los supuestamente extintos megalodones, para verles luchar por su vida volviendo a la superficie. La sobrina de Jonas, Meiying, su hermano y él mismo, se embarcan en dos naves que hacen una especie de chequeo rutinario del fondo del mar, que sin embargo se sale de control por dos principales razones: un sabotaje al interior de la empresa de exploración submarina que lideran, y la reunión de apareamiento de los megalodones bajo el mar.

Una secuencia de acción tras otra, la película se ve arrastrada hacia la parodia ya en los últimos minutos, pues el exceso de buena suerte de los protagonistas para salir ilesos y la poca aparición de los megalodones durante la primera hora y media, logran más bien que toda la supuesta “aventura peligrosa de supervivencia” bajo el mar, parezca un chiste, pues a lo largo de ella se gasta mucho tiempo también en una segunda historia al interior de la cinta, que es la lucha entre las facciones al interior de la empresa, es decir: peleas aburridas entre humanos a balazos. Lo que pudo ser realmente alucinante de ver, es decir, las secuencias de persecusión de los megalodones bajo el mar o el camino de llegada a la superficie a pie del equipo de Jonas, pasa sin pena ni gloria por el exceso de jump scares simulacro y planos cerrados de los personajes y sus trajes, para construir una supuesta tensión que nunca se construye realmente porque no vemos a los tiburones, ni podemos creernos que el equipo esté en peligro.

Extrañamente, la película reune hacia el final a otras dos amenazas fantásticas extintas, que aparecen para aterrorizar a los vacacionistas de la “Isla feliz”: un pulpo gigante y unas salvajes lagartijas jurásicas. El equipo sobreviviente de Jonas que logra llegar a la playa, se encargará de poner a salvo a las personas y deshacerse de los animales devorahumanos. ¿El saldo final? Ningún personaje principal resulta herido, la isla queda a salvo, los megalodones mueren, y el pulpo y las lagartijas también. Lo mejor de la película son los últimos minutos donde se permite hacer una sátira de sí misma, cuando las acciones y diálogos de los personajes son tan exageradamente absurdos, que realmente es gracioso ver cómo avanza la historia, aunque ya sepamos muy anticipadamente en qué termina todo.

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