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Good Boy: una película noruega siniestra e incómoda

De la torcida premisa ¿qué pasaría si un hombre se disfrazara de perro y actuara como tal?, surge este espeluznante thriller de horror disfrazado de pup play, que más bien pertenece al subgénero cinematográfico «novios aparentemente encantadores, pero psicópatas«.

A partir del 23 de mayo estará disponible en México la cinta «Good boy», del director noruego Viljar Bøe (To Freddy, 2020), seleccionada internacional de al menos tres festivales, por su peculiar propuesta de horror torcido, incómodo, psicológico y además extrañamente cercano a la vida cotidiana.

Lo que empieza como una inofensiva salida de Tinder, termina por ser una pesadilla para la dulce Sigrid, una joven estudiante de psicología que cae inevitablemente rendida ante los encantos de Chistian, un atractivo joven multimillonario que no se dedica a nada, más que a cuidar de su «perro» Frank, una aparente vieja amistad de la infancia que conserva hasta la fecha viviendo en su casa, y que se comporta como un perro.

La película, atípicamente pareciera estar dividida en dos partes (no como usualmente tres), y dura tan solo 76 minutos. Durante la primera, conocemos a Christian, quien aparentemente es un solitario e introvertido joven, además de guapo,  pulcro y con mucha clase, que se reúne con Sigrid por primera vez vestido de traje, en un restaurante. Seguimos la relación que se forma rápidamente entre ellos: él la lleva a su mansión, le cocina el desayuno, la comida, la cena, y pasan noches continuas de lo que parece ser buen sexo. Christian pareciera ser el partido perfecto para Sigrid, quien no ambiciona más que ir a donde la vida le lleve.

Cuando Sigrid descubre la primera gran red flag de Christian, al encontrarse con Frank, el supuesto «perro» de Christian, su primer impulso es salir de ahí lo más pronto posible. Sin embargo, será su amiga de la universidad quien le haga saber que Christian es nada menos que un heredero multimillonario, razón que le hará pensar dos veces si realmente dejará ir la «oportunidad de su vida», por lo que podría ser tan sólo un «tonto fetiche». En un desenfrenado impulso de «enamoramiento», todo comienza a acelerarse entre ellos, y tras unas cuantas citas, Christian le propone hacer un viaje juntos a Sigrid. A pesar de que la misma amiga que aconsejó a Sigrid al inicio para que no lo dejara ir, ahora le advierte que quizá está yendo demasiado rápido, Sigrid decide continuar con el desenfreno de su nueva y conveniente conquista.

En la segunda parte, Christian lleva a Sigrid de viaje a una cabaña solitaria, y hace falta un gesto mínimo por parte de Frank, el supuesto «perro», de quien no hemos visto rostro alguno y que jamás ha pronunciado una palabra, para que lo que pareciera una luna de miel para Sigrid, se transforme súbitamente en una sentencia de muerte de la que no podrá siquiera hacer un mínimo intento de escape. La tensión que construye la película avanza ferozmente en segundos, pero flaquea justo al llegar al clímax, que sin embargo, logra pintar a Christian como un verdadero monstruo, exponiendo en una metáfora a ese tipo de ser humano depredador, que no oscila en fingir todas las atenciones al inicio de una relación, con tal de engatusar a la otra persona, para atraerla, aislarla y finalmente, dar rienda suelta a sus más viles perversiones sobre ella.

El final de la película es una especie de epílogo en elipsis, en el que aparecemos años después para presenciar que el horror de Frank y de Sigrid, no sólo continúa, sino que empeora.

Lo más retorcido de este filme es el efecto final de la metáfora que se esconde bajo su tema, pues es un cuadro en movimiento sobre el uso del miedo como herramienta de sometimiento entre los seres humanos. Aunque enmarcado en una personalidad psicópata, el personaje de Christian de pronto recuerda a los comportamientos de personas despiadadas capaces de seducir para después poder someter a sus parejas, pues los errores comunes de confianza y situación de riesgo en los que vemos caer a Sigrid, acompañados de los recursos propios del cine de terror, construyen un relato escalofriante que deja una sensación desagradable que plantea una pregunta demasiado incómoda: ¿podría cualquier día pasarme esto a mí también?

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